La Cuestión Penitenciaria: Por Qué La Cárcel No Funciona Ni Puede Funcionar
Para castigar a un hombre es necesario injuriarlo.Para reformarlo, es necesario mejorarlo. Y los hombres no son mejorables a través de injurias.
G. Bernard Shaw
La prisión no cumple sus objetivos y, lo que es peor, no los podrá cumplir nunca. Esta es la tesis principal de La cuestión penitenciaria (1976), un clásico de la literatura latinoamericana sobre este tema. Su autor, Augusto Thompson, fue abogado, fiscal y alto funcionario encargado de la supervisión de los centros penitenciarios del Estado de Rio de Janeiro. Esta diversidad de perspectivas le permitió elaborar un lúcido análisis del sistema penitenciario, no sólo aplicable al Brasil de los años setenta, sino con vocación de universalidad.
La razón del fracaso de la prisión, según Thompson, es que tiene objetivos contradictorios entre sí. Tanto la legislación internacional como las leyes nacionales exigen a la cárcel que consiga tres cosas a la vez: 1) castigar a los delincuentes por el mal causado, 2) intimidar tanto a los reclusos (prevención especial) como al resto de la población (prevención general) para disuadirlos de que cometan delitos y 3) resocializar a los condenados para que no vuelvan a delinquir.
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